GRANDES REPORTAJES

 

 

 

REPORTAJE

Bob Dylan se confiesa  

Bob Dylan se ha pasado la vida escondindose tras cortinas de humo cuidadosamente levantadas. Pero ahora la ms enigmtica de las leyendas del rock est dispuesta a hablar. Ha escrito el primer volumen de sus memorias y abre su rancho de Minnesota, en una de las pocas entrevistas concedidas por el msico en las ltimas dcadas.

 

 

JOHN PRESTON

EL PAIS SEMANAL - 13-02-2005

 

 

Cuando se anunci, hace dos aos, que Bob Dylan estaba escribiendo su autobiografa, hubo estupefaccin general entre su legin de obsesivos admiradores. Despus de todo, era un hombre esquivo y amante de su intimidad que se haba pasado la vida escondindose tras cortinas de humo cuidadosamente levantadas. Mientras otras estrellas del rock han derramado detalles de sus lbumes, sus aventuras y sus adicciones con un abandono delirante, Dylan ha reducido siempre sus declaraciones pblicas a unas pocas frases escuetas. Las preguntas volaban en Internet: Acabara alguna vez Dylan su libro? Qu tal sera su capacidad para recordar? Y, quiz la fundamental, especialmente para todo aquel que haya intentado leer el nico libro publicado por Dylan, su novela de 1971, Tarntula: se entendera algo?

Bob Dylan no se ha pasado ms de 40 aos desconcertando a la gente para nada. No solamente entreg el primer volumen de sus Crnicas a tiempo, sino que ha resultado ser un libro excepcional y lleno de detalles para la comprensin de su obra, con una rica ambientacin junto a vvidas imgenes de su vida. Entonces hubo otra sorpresa: Dylan estaba dispuesto a hablar, a conceder una entrevista. Y an aguardaba otra novedad. Normalmente, las entrevistas con Bob Dylan tendan a ser un asunto tortuoso, plagado de silencios bostezantes y evasivas masculladas entre dientes. Pero cuando habl con l en su rancho de Minnesota, en el que Dylan se estaba tomando un inusual descanso entre actuaciones, frustr mis expectativas al mostrarse amistoso, relajado y encantado de hablar del pasado.

Enseguida seal que en realidad no haba sido idea suya escribir el libro. Se lo sugiri su editor y, a pesar de que tena algunas dudas, decidi intentarlo. En parte supongo que quera dejar las cosas claras, dice con su acento ligero del Medio Oeste. Yo saba que haba otros libros sobre m, e incluso haba ledo un par de ellos, aunque, francamente, no puedes andar perdiendo el tiempo leyendo libros sobre ti, seas quien seas.

Unos eran ms fieles que otros, pero nadie conoca toda la historia excepto yo. As que me sent y empec a teclear en mi vieja mquina de escribir. Al principio, el libro iba a tratar del trasfondo de algunos de mis lbumes, pero luego cobr vida propia. Los captulos sobre mis primeros tiempos en Nueva York en teora iban a tratar de cmo grab mi segundo lbum, The Freewheelin Bob Dylan. Pero no s por qu nunca llegu a hacerlo. Cada pocas semanas enviaba algunas pginas a mi editorial y les preguntaba si les parecan utilizables. Parecan contentos, as que segu con ello.

A Dylan le result una experiencia muy extraa escribir Crnicas. Para empezar, estoy acostumbrado a escribir canciones y utilizo muchos smbolos y metforas. La gente puede interpretarlas mal, pero esta vez estaba decidido a escribir un libro que nadie pudiera malinterpretar. Pero era difcil. Escribir una cancin es un proceso ms sencillo: empiezas verso, estribillo, verso, estribillo, y enseguida lo acabas. Con un libro no puedes utilizar la misma dinmica.

Pero el problema principal de Dylan –por lo menos al principio– era que no estaba seguro de hasta qu punto resultara fiable su memoria. Sin embargo, conforme escriba, mi memoria pareca desbloquearse. Yo mismo me sorprend al ver lo mucho que recordaba. Descubr que poda visualizar el aspecto que tena la gente y la ropa que llevaban e incluso cmo estaban amuebladas algunas habitaciones.

Desde el primer momento, Dylan se coloc una gran mscara entre l y el mundo. Se cambi el nombre, en parte en homenaje al poeta gals Dylan Thomas (en el pasado, Dylan neg siempre haber elegido ese nombre por Thomas, pero ahora parece contento de reconocerlo). Tambin cambi sus orgenes. Cuando la gente le preguntaba de dnde haba venido y cmo haba llegado, afirmaba haber entrado en Nueva York en un tren de mercancas.

De hecho, como reconoce con una risita, haba llegado del Medio Oeste conduciendo un sedn de cuatro puertas de 1957. De lo que no caba duda era de su determinacin de triunfar. Al margen de cualquier otra cosa, l senta que haba sido elegido por el destino. S tena esa sensacin; la tuve desde nio. Me cri en un lugar muy aislado, y durante toda mi infancia senta que era como un perro cazando en sueos, siempre buscando algo, aunque no estaba seguro de qu era. Pero desde el principio tuve esa confianza absoluta. Aunque no saba cmo iba a llegar all, no me sorprendi cuando lo hice. Si no hubiera tenido esa confianza, lo habra dejado y habra hecho otra cosa.

Dylan naci en 1941 y creci en el pueblo minero de Hibbing. Recuerda que, cuando era pequeo, sus hroes eran Robin Hood y san Jorge, el matador de dragones. Su abuela, una costurera juda a la que adoraba, haba emigrado de Odessa, en Rusia, y perdi una pierna en el trayecto. En un principio, su padre, Abe, que trabajaba en la Standard Oil Company, quera que su hijo fuera ingeniero mecnico. Dylan, sin embargo, tena otras ideas. En una poca, insiste, pens seriamente en enrolarse en el ejrcito e ir a West Point. S. Es algo que se me haba olvidado, pero me acord de ello cuando estaba escribiendo.

En vez de a West Point, Dylan se encamin al Sur, hacia Nueva York. Tal y como l lo describe, el Nueva York de los primeros sesenta suena a una versin Greenwich Village de La Bohme, lleno de intelectuales ardientemente apasionados que rondaban por ticos llenos de libros y clubes de msica folk llenos de humo. Era un mundo completamente distinto de todo lo que l haba visto en Hibbing, y Dylan se lanz a l con un fervor voraz. En el apartamento de un amigo devor libros –El contrato social, de Rousseau; El prncipe, de Maquiavelo; incluso el tratado de estrategia militar del general prusiano Karl Clausewitz–. Muchos de aquellos libros eran demasiado grandes para leerlos, recuerda, como zapatos gigantescos hechos para gente con los pies muy grandes.

Pronto estuvo actuando en los clubes de msica folk, tomando como modelo a su gran dolo, Woody Guthrie. Por aquel entonces, Guthrie se estaba muriendo de corea de Huntingdon en el hospital Greystone, un sanatorio de Nueva Jersey. vido de conocer a su hroe, Dylan fue a verle.

҃l no tena ni idea de quin era yo la primera vez que aparec por all. Pero muy poca gente iba a verle. Casi nadie saba quin era. Nunca vi all a otros visitantes. No creo que estuviera necesariamente solo, pero pareca agradarle mi compaa. Deb de ir a verle como una docena de veces. Le llevaba cigarrillos, le tocaba canciones y simplemente charlbamos de esto y de aquello. Era un sitio espantoso, como un manicomio. Me resultaba psicolgicamente agotador ir all.

Mientras tanto, los devotos del folk de Greenwich Village no saban qu pensar de Dylan. Bsicamente los intrpretes de folk entraban dentro de una de estas dos categoras. O bien eran comerciales y tenan espectculos con mucho estilo en clubes nocturnos, o hacan msica de las montaas del sur. Pero yo no haca nada de eso. Yo vena de un entorno de rock and roll, aunque hice todo lo que pude por ocultarlo porque saba que lo desaprobaran.

Bajo la influencia de Guthrie, Dylan empez a escribir sus propias canciones. En esto tena una sensacin similar de destino. En cierto sentido, escribir canciones fue un proceso gradual, pero en otro, todo pareca suceder muy rpidamente. En el transcurso de un ao empec a escribir mucho, pero la experiencia que ya tena me result muy til. Yo ya haba aprendido mucho cuando empec a escribir mis primeras canciones. En septiembre de 1961, el crtico Robert Shelton, escribiendo en The New York Times, coment un concierto que Dylan haba dado en Gerdes Folk City. Puede que su ropa necesite algunos arreglos, pero cuando toca la guitarra, la armnica o el piano y compone nuevas canciones tan deprisa que luego no puede recordarlas, no cabe duda de que est a punto de reventar de talento.

Un ao ms tarde, Dylan haba escrito su gran himno contra la guerra Blowin in the wind. Fue la primera de la que habra de ser una serie extraordinariamente larga de canciones clsicas. Pero tan pronto como haba dominado un estilo, Dylan se mostraba deseoso de seguir adelante, de experimentar con nuevas estructuras e instrumentaciones. En menos de cuatro aos pareci que haba dejado atrs la msica folk. En el festival de msica folk de Newport de 1965 toc la guitarra elctrica mientras algunos aficionados de la audiencia le abucheaban indignados.

Visto ahora, dice, creo que fue muy difcil domesticar y amansar mi talento. Sin embargo, algunas personas parecan pensar que escuchar canciones tena que ser como escuchar sermones aburridos. Yo no quera que mis canciones fueran as, pero senta que yo formaba parte de la tradicin de la msica folk. Todas las letras que escrib venan de ese lenguaje.

Es una tradicin con la que Dylan nunca quiso romper, ni siquiera cuando se pas a la guitarra elctrica. Como dice con irona, cosech cierta notoriedad. Yo siempre me mantuve en contacto con los msicos mayores, gente que andaba por los cincuenta o los sesenta, como Mississipi John Hurt. Autnticos cantantes de folk rural. Ellos entendan la complejidad de mi lenguaje y lo que yo estaba intentando hacer. No tenan ningn problema con eso.

A lo largo de los aos sesenta, la fama y el prestigio de Dylan siguieron en ascenso, hasta el punto de que se hablaba de l como el portavoz de su generacin. Era un sambenito que l detestaba. Nunca haba pretendido desempear ese papel y cada vez le resultaba ms difcil sobrellevar la presin de las expectativas que otras personas haban puesto en l.

No solamente no lo quera, sino que no lo necesitaba. Y tampoco poda entenderlo. A nadie le gusta verse definido por otros. Yo no fui el maestro de ceremonias de ninguna generacin y habra que eliminar de raz esa idea. Lo nico que l quera era que le dejaran en paz con su mujer y sus hijos, y disfrutar de una existencia de persona corriente con una valla de madera blanca y rosas en el patio de atrs. Eso habra estado bien.

Tras un accidente de moto en julio de 1966, huy a Woodstock, al norte del Estado de Nueva York, en un intento de poner alguna distancia entre l y sus aspirantes a discpulos. Pero rpidamente le siguieron los admiradores y el caos con ellos. Pronto empezaron a venderse mapas que mostraban dnde estaba la casa de Dylan. Siempre que iba a un restaurante, el local entero se quedaba en silencio y todo el mundo empezaba a mirarle.

Aquello se convirti en una pesadilla, recuerda. Al final, las cosas se pusieron tan mal que Dylan – aparentemente, el gran pacifista– se vio obligado a tener armas en casa por si le atacaban a l o a su familia. Me pregunto si en realidad no estuvo cerca de una crisis nerviosa en aquella poca. Supongo que s. Pero tienes que intentar seguir adelante con tu vida y hacer lo que puedas. Fue terrible, y adems me desorient mucho. En los primeros aos, para m todo haba sido un paseo en alfombra mgica y de pronto todo se haba acabado. Ah estaba lo que yo haba querido hacer toda mi vida, pero senta que ya no podra volver a hacerlo nunca ms.

Adems yo estaba cambiando. Ahora tena una mujer e hijos y responsabilidades diferentes. Me di cuenta de que tena que intentar conformarme con otro tipo de vida; disfrutar de las pequeas cosas. Tener mucha fama sabe bien. Aparte de todo lo dems, la puedes utilizar para hacer mucho bien. Pero entonces yo no vea nada de eso.

Durante varios aos, Dylan se apart de la atencin pblica. Su matrimonio con Sara Lowndes fracas y l se concentr en intentar criar a sus cuatro hijos. Recuerdo que pensaba que el arte era un excremento sublime, y decid darle la espalda durante algn tiempo. Creativamente se fue a pique. Describe la experiencia como si hubiera estado en un tnel. Cuando le pregunto cunto tiempo le cost salir del tnel, suspira y dice: Uf, mucho tiempo. Pero al final sal.

Los aos ochenta fueron el punto lgido del declive. Sus ndices de ventas cayeron en picado, as como la calidad de sus conciertos en directo. Las audiencias se alejaron, descorazonadas por el estilo laberntico y atonal de Dylan y por su aparente indiferencia ante su propio material. En realidad, dice, estaba justamente en el nivel superior de una actuacin de bar.

Inseguro sobre la direccin que deba tomar e incapaz de escribir nuevas canciones, descubri que las antiguas colgaban pesadamente de su cuello. Era como llevar un paquete de carne podrida El resplandor haba desaparecido y la cerilla se haba quemado hasta el final. Lo que haca no era ms que pura frmula. El whisky se haba escapado de la botella.

Durante un tiempo pens seriamente en dejarlo, en no volver a grabar ni dar conciertos. Pero entonces, una noche en un bar vio a un viejo cantante de jazz cuya forma de interpretar fue como una revelacin. Era como si ese tipo tuviera una ventana abierta a mi alma. Vio qu tena que hacer para cantar y que su voz pasara de largo por su cerebro y saliera disparada del fondo de mi yo profundo.

A partir de aquel momento, las cosas empezaron a mejorar, lentamente al principio y despus cobrando impulso. Su lbum de 1989, Oh mercy, fue aclamado como el mejor en aos. El siguiente, Time out of mind, le hizo ganar un Grammy al mejor lbum del ao en 1997, y con Things have changed, la cancin que escribi para la pelcula Chicos maravillosos, de 2000, gan un Oscar. Dylan estaba tan encantado con su Oscar que le dio por llevarlo con l al escenario y enserselo a la audiencia.

Fue a finales de la dcada de los ochenta cuando Dylan emprendi lo que pas a conocerse como La gira interminable y, ms o menos, ha seguido en ella desde entonces. Recorriendo el globo, dando 150 conciertos al ao y detenindose rara vez durante ms de un mes seguido.

Le pregunt si crea que si se hubiera retirado se habra podido sentir realizado alguna vez. La verdad es que no estoy seguro. Creo que habra echado de menos los conciertos. Siento que necesito actuar ms de lo que necesito escribir. Sin embargo, una vez dicho esto, estoy totalmente enganchado con escribir. Cada vez que saco una cancin es como si fuera la primera rosa de mayo.

Hace unos pocos aos, despus de estar hospitalizado por una afeccin cardiaca, Dylan dijo que cualquier da sobre la tierra era un buen da por lo que a l le tocaba. Pero la vida ha mejorado mucho desde entonces. Su ltimo lbum, Love and theft, publicado en 2001, fue aclamado como una de las mejores cosas que haba hecho nunca. Y aqu est ahora, a los 63 aos y varias veces abuelo, rebuscando en su pasado para lo que, segn l, acabar siendo una autobiografa en tres volmenes.

Escribir el primer volumen me pareci una experiencia bastante emocional en algunos casos. Pero despus lo dej de lado y no he vuelto a mirarlo en un tiempo. Para ser sincero, tambin me pareci un proceso muy tedioso. Yo no soy escritor profesional y, ciertamente, no tuve esa sensacin de euforia que tienen algunos escritores. Pero supongo que tengo que seguir adelante. Ciertamente, hay muchas ms cosas sobre las que tengo que escribir.

Haba una pregunta concreta que yo quera hacer. Por ms que Dylan deteste que se le etiquete de portavoz de lo que sea, es algo que nunca podr quitarse de encima del todo. As que, pensaba que Estados Unidos y el Reino Unido deban haber invadido Irak?

Dylan suelta una sonora carcajada: ҃sa puede que la conteste en mi prximo libro.

 

 

 

 

 

 

DIEGO A. MANRIQUE

 

 

 

EL PAIS SEMANAL - 13-02-2005

Cuando llegu era en mitad del invierno. El fro resultaba brutal y todas las arterias de la ciudad estaban repletas de nieve, pero yo vena del congelado Pas del Norte, un pequeo rincn del mundo donde los oscuros bosques y las carreteras llenas de hielo no me impresionaban. Poda trascender las limitaciones. No era dinero o amor lo que yo estaba buscando. Tena un exacerbado sentido de la percepcin, posea modos personales que, adems, eran imprcticos y visionarios. Mi mente era fuerte como un cepo y no necesitaba ninguna garanta de validez. No conoca a una sola alma en esta sombra ciudad aterradora, pero eso iba a cambiar –y rpidamente.

Bob Dylan recuerda as su aparicin en Nueva York, en 1961. Sabemos que sta no va a ser otra historia ms de chico de pueblo que triunfa en la gran urbe. Cinco aos despus, Dylan habr conquistado el mundo entero. En un expansivo movimiento musical en el que reinan los Beatles y los Rolling Stones, l es la figura a la que John Lennon y Mick Jagger miran con tanta devocin como temor: el Dylan de 1965 tiene veneno en la lengua y no duda en usarlo con periodistas o colegas de profesin que no estn a su altura, en esa enrarecida nube donde slo pueden habitar los seres ms cool –por belleza, inteligencia o creatividad– del planeta.

Pero el primer volumen de sus memorias obvia los pormenores de esa fulgurante carrera, primero en el patio del folk y luego en el gran escenario del pop. Cuando Dylan nos ha abierto el apetito con cien pginas de evocaciones extremadamente ntidas de su adolescencia y sus primeros aos de vida pblica, el libro salta a finales de los sesenta y se envenena de ira. En el tercer captulo, el xito se le ha atragantado: es un padre de familia que se ha refugiado en Woodstock, en la zona montaosa de Nueva York, desde donde reniega del papel de cabecilla de una contracultura que est exigiendo cambios radicales en las calles de Nueva York, San Francisco, Londres, Pars o Praga.

El buscavidas de los dos captulos iniciales, el devorador de msica y literatura, el seductor que sabe vivir de prestado en casas de la bohemia prspera, se ha transformado en un adulto grun, encastillado en un paraso rural invadido constantemente por adoradores y fanticos. Se ha agenciado un par de revlveres Colt y un rifle Winchester, y el jefe de polica le advierte de que mejor no los use. El lector se queda boquiabierto: parecen dos personajes diferentes. Y Dylan no se molesta en explicar cmo uno se convirti en el otro.

Cualquiera puede identificarse con la angustia de alguien sometido a la presin de ser considerado un lder de masas en un pas que ha visto los asesinatos de Malcolm X, Martin Luther King y los Kennedy. Todos entendemos la furia de un padre de familia que ve constantemente invadida su intimidad (y analizado el contenido de su cubo de basuras!). Pero Dylan se niega a admitir su porcin de responsabilidad en una canonizacin a la que, bruscamente, ha preferido renunciar. Tampoco resulta muy convincente que un icono viviente que anhela una annima vida convencional se instale en Woodstock y posteriormente, cuando ha comprobado que no le van a dejar en paz, en Manhattan. Claro que sus mtodos para despojarse de la corona de profeta son hilarantes: visita Jerusaln para crearse una imagen de sionista, se reinventa como cantante vaquero (Nashville skyline), lanza un doble LP voluntariamente estrafalario (Self portrait), se derrama encima una botella de whisky antes de entrar en unos grandes almacenes. Y todava se asombra de que la curiosidad general crezca en vez de apaciguarse.

Dylan no desarrolla cronolgicamente su biografa: siguiendo el consejo de David Rosenthal, el editor al que Simon & Schuster encomend el proyecto, ha preferido alternar pocas para evitarse los avisperos; se aceptan apuestas sobre si en los prximos dos volmenes se dignar rellenar los huecos ms flagrantes. Hablamos de los aspectos recnditos –su judasmo– o los periodos ms turbulentos: la citada ascensin a la cima del mundo, con la electrificacin de su msica y los excesos en drogas; su muy americana conversin al cristianismo fundamentalista; la separacin dolorosa –en lo econmico y en lo emocional– de su primera esposa.

En verdad, se precisa un conocimiento previo de las lneas maestras de su vida para advertir que la mujer a la que en el tercer captulo presenta simplemente como mi esposa no es la misma mi esposa del cuarto captulo. Ni siquiera menciona sus nombres: son, respectivamente, Sara Lowndes y Carolyn Dennis. Y esto confirma la poca voluntad confesional del autor: Sara inspir canciones ardientes y un amargo disco de divorcio, Blood on the tracks, al que Dylan parece referirse al proclamar que grab un LP entero basado en relatos de Chjov y nadie se enter, esplndida muestra del dylaniano arte de tirar balones fuera.

Crnicas es un libro ms literario de lo que aparenta. Dylan adopta un falso tono de ingenuo de provincias que deriva de Mark Twain. Pero ste es un Twain que se ha contagiado de los ritmos anfetamnicos de Jack Kerouac, que disfruta con los retratos a brochazos de Raymond Chandler. Aunque Dylan nunca aceptar que le analicen crticamente, ni en literatura, ni –por supuesto– en msica. Hay un momento paradigmtico cuando queda deslumbrado por los obsesivos blues de Robert Johnson, entonces un gigante desconocido. Est en el apartamento de Dave Van Ronk, otro de tantos que le apadrinaron y le educaron; ste le explica minuciosamente que Johnson es deudor de otros bluesmen coetneos. Dylan se niega a atender razonamientos que disminuyan la intensidad de su epifana: la mentalidad analtica es una rmora mezquina en el universo dylaniano.

El cuarto captulo, que se desarrolla en 1987, tiene unos inicios pasmosos. Dylan sufre un accidente en la mano y entra en crisis. La mayor parte de su repertorio le resulta desagradable y desconfa de sus poderes artsticos. Ha ido de gira con Tom Petty & The Heartbreakers y sospecha que la mayora de los espectadores acuden a ver al rockero rubio. Aun as, se embarca en una desdichada gira con The Grateful Dead, con los que se empea en tocar temas nunca ensayados. La lgica en estas pginas se va definitivamente al carajo. Temeroso de que la msica se haya acabado para l, estudia comprar alguna empresa. Est hablando alguien que cada semestre recibe cifras millonarias en concepto de derechos de autor y regalas, sin levantar un dedo. De golpe recuerda unos crpticos consejos para tocar la guitarra que le diera el jazzman Lonnie Johnson y decide que puede enfrentarse de nuevo a su cancionero, aunque sea a costa de dejarlo irreconocible. Y pide al agente Elliot Roberts que le monte 200 conciertos por ao: es el comienzo de la Gira Interminable.

Y siguen 45 pginas dedicadas a la grabacin de Oh, mercy en Nueva Orleans. Bono ha recomendado al canadiense Daniel Lanois como productor, pero no le previene sobre su metodologa: la historia de la elaboracin de Oh, mercy parece el relato de un enfrentamiento. Dylan y seora aprovechan un momento de estancamiento para recorrer Luisiana en moto y encontrarse con excntricos como Sun Pie, un vejete que le sermonea sobre las ventajas de las guerras. Todo, el viaje y las peleas, es fascinante, pero uno sospecha que alguien nos est jugando una broma pesada: Oh, mercy no figura entre los doce discos de Dylan de los que cualquiera deseara saberlo todo.

De repente, Crnicas. Volumen uno retorna a los inicios, a la temporada formativa en Minneapolis y a los primeros aos en Nueva York. Aqu se explica la gnesis de su estilo. Con el descubrimiento de Woody Guthrie, Dylan adquiere su mayor modelo: ҃l era tan potico y duro y rtmico. Haba tanta intensidad y su voz era como un pual. No era como ningn otro cantante que hubiera escuchado, y tampoco lo eran sus canciones. Era como si el tocadiscos me hubiera agarrado y me hubiera lanzado al otro lado de la habitacin.

Extraa atraccin. Guthrie no era un hombre ejemplar, pero estaba anclado por unas rotundas convicciones polticas que derivaban de las luchas sociales de la Depresin. Por el contrario, su discpulo rehye los compromisos ideolgicos. As, manifiesta su personal simpata por Barry Goldwater, un senador de Arizona derrotado por Lyndon B. Johnson en 1964, tal vez por su proclamada predisposicin a neutralizar al bloque comunista mediante generosas raciones de bombas nucleares.

Es, atencin, la misma persona que en el inicio del libro plasma con elocuencia lo que signific crecer durante la guerra fra: Una de las cosas que nos ensearon fue a escondernos bajo nuestros pupitres cuando sonaran las sirenas de ataque areo, ya que los rusos nos iban a atacar con bombas. Nos contaron tambin que los rusos se lanzaran en paracadas sobre nuestra ciudad en cualquier momento. Eran los mismos rusos al lado de los cuales haban luchado mis tos unos pocos aos antes. Ahora se haban transformado en monstruos que vendran a cortarnos el cuello e incinerarnos. Pareca extrao. Vivir bajo una nube de miedo as roba el espritu a cualquier nio.

Sin embargo, el adolescente Robert Zimmerman tuvo vocacin militar: Siempre me imagin muriendo en alguna batalla heroica y no en una cama. Quera ser un general con mi propio batalln y me preguntaba cmo conseguir la llave para abrir ese pas de las maravillas. Le pregunt a mi padre cmo entrar en West Point y pareci sorprendido y dijo que mi apellido no comenzaba con De o Von y que necesitabas contactos y credenciales para ingresar all. Su consejo es que deberamos concentrarnos en conseguirlos. Mi to fue menos positivo. Me dijo: No se te ocurra trabajar para el Gobierno. Un soldado es como un ama de casa, un conejillo de Indias. Vete a trabajar a las minas. Esto da otra perspectiva al concierto de 1990 en West Point. Dylan no fue a predicar pacifismo, como pensaron algunos cadetes suspicaces: estaba compensando su frustracin juvenil.

Crnicas va a ser diseccionado por todos los que tienen un mnimo inters en Dylan. Existen dos grandes grupos de dylanfilos. Los que han llegado a su laberinto en las ltimas dcadas aceptan una variacin del dogma de la infalibilidad papal: todo lo que hace Dylan es razonable y extraordinario. Los que crecieron con Dylan en los sesenta insisten en exigirle un nivel de excelencia que rara vez alcanza; han sufrido con l, y en sus voces hay ecos de ese resentimiento generacional que Dylan considera insoportable. Pero incluso el sector crtico se deleitar con esas aventuras, escritas con chispeante jerga y sazonadas con seco humor de Minnesota.

La edicin en castellano de Crnicas llegar a las libreras espaolas el lunes 14 de febrero; la versin en cataln se publicar una semana ms tarde. Ambas, de Global Rhythm Press.