GRANDES REPORTAJES
REPORTAJE
Bob Dylan se confiesa
Bob Dylan se ha pasado la vida escondindose tras cortinas
de humo cuidadosamente levantadas. Pero ahora la ms enigmtica de las leyendas
del rock est dispuesta a hablar. Ha escrito el primer volumen de sus memorias
y abre su rancho de Minnesota, en una de las pocas entrevistas concedidas por
el msico en las ltimas dcadas.
JOHN PRESTON
EL PAIS SEMANAL - 13-02-2005
Cuando se anunci, hace dos aos, que Bob Dylan estaba
escribiendo su autobiografa, hubo estupefaccin general entre su legin de
obsesivos admiradores. Despus de todo, era un hombre esquivo y amante de su
intimidad que se haba pasado la vida escondindose tras cortinas de humo
cuidadosamente levantadas. Mientras otras estrellas del rock han derramado
detalles de sus lbumes, sus aventuras y sus adicciones con un abandono
delirante, Dylan ha reducido siempre sus declaraciones pblicas a unas pocas
frases escuetas. Las preguntas volaban en Internet: Acabara alguna vez Dylan
su libro? Qu tal sera su capacidad para recordar? Y, quiz la fundamental,
especialmente para todo aquel que haya intentado leer el nico libro publicado
por Dylan, su novela de 1971, Tarntula: se entendera algo?
Bob Dylan no se ha pasado ms de 40
aos desconcertando a la gente para nada. No solamente entreg el primer
volumen de sus Crnicas a tiempo, sino que ha resultado ser un libro
excepcional y lleno de detalles para la comprensin de su obra, con una rica ambientacin
junto a vvidas imgenes de su vida. Entonces hubo otra sorpresa: Dylan estaba
dispuesto a hablar, a conceder una entrevista. Y an aguardaba otra novedad.
Normalmente, las entrevistas con Bob Dylan tendan a ser un asunto tortuoso,
plagado de silencios bostezantes y evasivas masculladas entre dientes. Pero
cuando habl con l en su rancho de Minnesota, en el que Dylan se estaba
tomando un inusual descanso entre actuaciones, frustr mis expectativas al
mostrarse amistoso, relajado y encantado de hablar del pasado.
Enseguida seal que en realidad no haba sido idea suya escribir el libro. Se
lo sugiri su editor y, a pesar de que tena algunas dudas, decidi intentarlo.
En parte supongo que quera dejar las cosas claras, dice con su acento ligero
del Medio Oeste. Yo saba que haba otros libros sobre m, e incluso haba
ledo un par de ellos, aunque, francamente, no puedes andar perdiendo el tiempo
leyendo libros sobre ti, seas quien seas.
Unos eran ms fieles que otros, pero
nadie conoca toda la historia excepto yo. As que me sent y empec a teclear
en mi vieja mquina de escribir. Al principio, el libro iba a tratar del
trasfondo de algunos de mis lbumes, pero luego cobr vida propia. Los
captulos sobre mis primeros tiempos en Nueva York en teora iban a tratar de
cmo grab mi segundo lbum, The Freewheelin Bob Dylan. Pero no s por qu
nunca llegu a hacerlo. Cada pocas semanas enviaba algunas pginas a mi
editorial y les preguntaba si les parecan utilizables. Parecan contentos, as
que segu con ello.
A Dylan le result una experiencia
muy extraa escribir Crnicas. Para empezar, estoy acostumbrado a escribir
canciones y utilizo muchos smbolos y metforas. La gente puede interpretarlas
mal, pero esta vez estaba decidido a escribir un libro que nadie pudiera
malinterpretar. Pero era difcil. Escribir una cancin es un proceso ms
sencillo: empiezas verso, estribillo, verso, estribillo, y enseguida lo acabas.
Con un libro no puedes utilizar la misma dinmica.
Pero el problema principal de Dylan –por lo menos al
principio– era que no estaba seguro de hasta qu punto resultara fiable
su memoria. Sin embargo, conforme escriba, mi memoria pareca desbloquearse.
Yo mismo me sorprend al ver lo mucho que recordaba. Descubr que poda visualizar
el aspecto que tena la gente y la ropa que llevaban e incluso cmo estaban
amuebladas algunas habitaciones.
Desde el primer momento, Dylan se
coloc una gran mscara entre l y el mundo. Se cambi el nombre, en parte en
homenaje al poeta gals Dylan Thomas (en el pasado, Dylan neg siempre haber
elegido ese nombre por Thomas, pero ahora parece contento de reconocerlo).
Tambin cambi sus orgenes. Cuando la gente le preguntaba de dnde haba
venido y cmo haba llegado, afirmaba haber entrado en Nueva York en un tren de
mercancas.
De hecho, como reconoce con una
risita, haba llegado del Medio Oeste conduciendo un sedn de cuatro puertas de
1957. De lo que no caba duda era de su determinacin de triunfar. Al margen de
cualquier otra cosa, l senta que haba sido elegido por el destino. S tena
esa sensacin; la tuve desde nio. Me cri en un lugar muy aislado, y durante
toda mi infancia senta que era como un perro cazando en sueos, siempre
buscando algo, aunque no estaba seguro de qu era. Pero desde el principio tuve
esa confianza absoluta. Aunque no saba cmo iba a llegar all, no me
sorprendi cuando lo hice. Si no hubiera tenido esa confianza, lo habra dejado
y habra hecho otra cosa.
Dylan naci en 1941 y creci en el
pueblo minero de Hibbing. Recuerda que, cuando era pequeo, sus hroes eran
Robin Hood y san Jorge, el matador de dragones. Su abuela, una costurera juda
a la que adoraba, haba emigrado de Odessa, en Rusia, y perdi una pierna en el
trayecto. En un principio, su padre, Abe, que trabajaba en la Standard Oil
Company, quera que su hijo fuera ingeniero mecnico. Dylan, sin embargo, tena
otras ideas. En una poca, insiste, pens seriamente en enrolarse en el
ejrcito e ir a West Point. S. Es algo que se me haba olvidado, pero me
acord de ello cuando estaba escribiendo.
En vez de a West Point, Dylan se
encamin al Sur, hacia Nueva York. Tal y como l lo describe, el Nueva York de
los primeros sesenta suena a una versin Greenwich Village de La Bohme, lleno
de intelectuales ardientemente apasionados que rondaban por ticos llenos de
libros y clubes de msica folk llenos de humo. Era un mundo completamente
distinto de todo lo que l haba visto en Hibbing, y Dylan se lanz a l con un
fervor voraz. En el apartamento de un amigo devor libros –El contrato
social, de Rousseau; El prncipe, de Maquiavelo; incluso el tratado de
estrategia militar del general prusiano Karl Clausewitz–. Muchos de
aquellos libros eran demasiado grandes para leerlos, recuerda, como zapatos
gigantescos hechos para gente con los pies muy grandes.
Pronto estuvo actuando en los
clubes de msica folk,
tomando como modelo a su gran dolo, Woody Guthrie. Por aquel entonces, Guthrie
se estaba muriendo de corea de Huntingdon en el hospital Greystone, un sanatorio
de Nueva Jersey. vido de conocer a su hroe, Dylan fue a verle.
҃l no tena ni idea de quin era yo
la primera vez que aparec por all. Pero muy poca gente iba a verle. Casi
nadie saba quin era. Nunca vi all a otros visitantes. No creo que estuviera
necesariamente solo, pero pareca agradarle mi compaa. Deb de ir a verle
como una docena de veces. Le llevaba cigarrillos, le tocaba canciones y
simplemente charlbamos de esto y de aquello. Era un sitio espantoso, como un
manicomio. Me resultaba psicolgicamente agotador ir all.
Mientras tanto, los devotos del
folk de Greenwich Village no saban qu pensar de Dylan. Bsicamente los
intrpretes de folk entraban dentro de una de estas dos categoras. O bien eran
comerciales y tenan espectculos con mucho estilo en clubes nocturnos, o
hacan msica de las montaas del sur. Pero yo no haca nada de eso. Yo vena
de un entorno de rock and roll, aunque hice todo lo que pude por ocultarlo
porque saba que lo desaprobaran.
Bajo la influencia de Guthrie, Dylan empez a escribir sus propias
canciones. En esto tena una sensacin similar de destino. En cierto sentido,
escribir canciones fue un proceso gradual, pero en otro, todo pareca suceder
muy rpidamente. En el transcurso de un ao empec a escribir mucho, pero la
experiencia que ya tena me result muy til. Yo ya haba aprendido mucho
cuando empec a escribir mis primeras canciones. En septiembre de 1961, el
crtico Robert Shelton, escribiendo en The New York Times, coment un concierto
que Dylan haba dado en Gerdes Folk City. Puede que su ropa necesite algunos
arreglos, pero cuando toca la guitarra, la armnica o el piano y compone nuevas
canciones tan deprisa que luego no puede recordarlas, no cabe duda de que est
a punto de reventar de talento.
Un ao ms tarde, Dylan haba escrito
su gran himno contra la guerra Blowin in the wind. Fue la primera de la que
habra de ser una serie extraordinariamente larga de canciones clsicas. Pero
tan pronto como haba dominado un estilo, Dylan se mostraba deseoso de seguir
adelante, de experimentar con nuevas estructuras e instrumentaciones. En menos
de cuatro aos pareci que haba dejado atrs la msica folk. En el festival de
msica folk de Newport de 1965 toc la guitarra elctrica mientras algunos
aficionados de la audiencia le abucheaban indignados.
Visto ahora, dice, creo que fue
muy difcil domesticar y amansar mi talento. Sin embargo, algunas personas
parecan pensar que escuchar canciones tena que ser como escuchar sermones
aburridos. Yo no quera que mis canciones fueran as, pero senta que yo
formaba parte de la tradicin de la msica folk. Todas las letras que escrib
venan de ese lenguaje.
Es una tradicin con la que Dylan
nunca quiso romper, ni siquiera cuando se pas a la guitarra elctrica. Como
dice con irona, cosech cierta notoriedad. Yo siempre me mantuve en contacto
con los msicos mayores, gente que andaba por los cincuenta o los sesenta, como
Mississipi John Hurt. Autnticos cantantes de folk rural. Ellos entendan la
complejidad de mi lenguaje y lo que yo estaba intentando hacer. No tenan
ningn problema con eso.
A lo largo de los aos sesenta, la
fama y el prestigio de Dylan siguieron en ascenso, hasta el punto de que se
hablaba de l como el portavoz de su generacin. Era un sambenito que l
detestaba. Nunca haba pretendido desempear ese papel y cada vez le resultaba
ms difcil sobrellevar la presin de las expectativas que otras personas
haban puesto en l.
No solamente no lo quera, sino que
no lo necesitaba. Y tampoco poda entenderlo. A nadie le gusta verse definido
por otros. Yo no fui el maestro de ceremonias de ninguna generacin y habra
que eliminar de raz esa idea. Lo nico que l quera era que le dejaran en
paz con su mujer y sus hijos, y disfrutar de una existencia de persona
corriente con una valla de madera blanca y rosas en el patio de atrs. Eso
habra estado bien.
Tras un accidente de moto en julio de
1966, huy a Woodstock, al norte del Estado de Nueva York, en un intento de
poner alguna distancia entre l y sus aspirantes a discpulos. Pero rpidamente
le siguieron los admiradores y el caos con ellos. Pronto empezaron a venderse
mapas que mostraban dnde estaba la casa de Dylan. Siempre que iba a un
restaurante, el local entero se quedaba en silencio y todo el mundo empezaba a
mirarle.
Aquello se convirti en una
pesadilla, recuerda. Al
final, las cosas se pusieron tan mal que Dylan – aparentemente, el gran
pacifista– se vio obligado a tener armas en casa por si le atacaban a l
o a su familia. Me pregunto si en realidad no estuvo cerca de una crisis
nerviosa en aquella poca. Supongo que s. Pero tienes que intentar seguir
adelante con tu vida y hacer lo que puedas. Fue terrible, y adems me
desorient mucho. En los primeros aos, para m todo haba sido un paseo en
alfombra mgica y de pronto todo se haba acabado. Ah estaba lo que yo haba
querido hacer toda mi vida, pero senta que ya no podra volver a hacerlo nunca
ms.
Adems yo estaba cambiando. Ahora tena una mujer e hijos y
responsabilidades diferentes. Me di cuenta de que tena que intentar
conformarme con otro tipo de vida; disfrutar de las pequeas cosas. Tener mucha
fama sabe bien. Aparte de todo lo dems, la puedes utilizar para hacer mucho
bien. Pero entonces yo no vea nada de eso.
Durante varios aos, Dylan se apart
de la atencin pblica. Su matrimonio con Sara Lowndes fracas y l se
concentr en intentar criar a sus cuatro hijos. Recuerdo que pensaba que el
arte era un excremento sublime, y decid darle la espalda durante algn
tiempo. Creativamente se fue a pique. Describe la experiencia como si hubiera
estado en un tnel. Cuando le pregunto cunto tiempo le cost salir del tnel,
suspira y dice: Uf, mucho tiempo. Pero al final sal.
Los aos ochenta fueron el punto
lgido del declive. Sus ndices de ventas cayeron en picado, as como la
calidad de sus conciertos en directo. Las audiencias se alejaron,
descorazonadas por el estilo laberntico y atonal de Dylan y por su aparente
indiferencia ante su propio material. En realidad, dice, estaba justamente
en el nivel superior de una actuacin de bar.
Inseguro sobre la direccin que deba
tomar e incapaz de escribir nuevas canciones, descubri que las antiguas
colgaban pesadamente de su cuello. Era como llevar un paquete de carne
podrida El resplandor haba desaparecido y la cerilla se haba quemado hasta
el final. Lo que haca no era ms que pura frmula. El whisky se haba escapado
de la botella.
Durante un tiempo pens seriamente en
dejarlo, en no volver a grabar ni dar conciertos. Pero entonces, una noche en
un bar vio a un viejo cantante de jazz cuya forma de interpretar fue como una
revelacin. Era como si ese tipo tuviera una ventana abierta a mi alma. Vio
qu tena que hacer para cantar y que su voz pasara de largo por su cerebro y
saliera disparada del fondo de mi yo profundo.
A partir de aquel momento, las cosas
empezaron a mejorar, lentamente al principio y despus cobrando impulso. Su
lbum de 1989, Oh mercy, fue aclamado como el mejor en aos. El siguiente, Time
out of mind, le hizo ganar un Grammy al mejor lbum del ao en 1997, y con
Things have changed, la cancin que escribi para la pelcula Chicos
maravillosos, de 2000, gan un Oscar. Dylan estaba tan encantado con su Oscar
que le dio por llevarlo con l al escenario y enserselo a la audiencia.
Fue a finales de la dcada de los
ochenta cuando Dylan emprendi lo que pas a conocerse como La gira
interminable y, ms o menos, ha seguido en ella desde entonces. Recorriendo el
globo, dando 150 conciertos al ao y detenindose rara vez durante ms de un
mes seguido.
Le pregunt si crea que si se
hubiera retirado se habra podido sentir realizado alguna vez. La verdad es
que no estoy seguro. Creo que habra echado de menos los conciertos. Siento que
necesito actuar ms de lo que necesito escribir. Sin embargo, una vez dicho
esto, estoy totalmente enganchado con escribir. Cada vez que saco una cancin
es como si fuera la primera rosa de mayo.
Hace unos pocos aos, despus de estar hospitalizado por una
afeccin cardiaca, Dylan dijo que cualquier da sobre la tierra era un buen
da por lo que a l le tocaba. Pero la vida ha mejorado mucho desde entonces.
Su ltimo lbum, Love and theft, publicado en 2001, fue aclamado como una de
las mejores cosas que haba hecho nunca. Y aqu est ahora, a los 63 aos y
varias veces abuelo, rebuscando en su pasado para lo que, segn l, acabar
siendo una autobiografa en tres volmenes.
Escribir el primer volumen me
pareci una experiencia bastante emocional en algunos casos. Pero despus lo
dej de lado y no he vuelto a mirarlo en un tiempo. Para ser sincero, tambin
me pareci un proceso muy tedioso. Yo no soy escritor profesional y,
ciertamente, no tuve esa sensacin de euforia que tienen algunos escritores.
Pero supongo que tengo que seguir adelante. Ciertamente, hay muchas ms cosas
sobre las que tengo que escribir.
Haba una pregunta concreta que yo
quera hacer. Por ms que Dylan deteste que se le etiquete de portavoz de lo
que sea, es algo que nunca podr quitarse de encima del todo. As que, pensaba
que Estados Unidos y el Reino Unido deban haber invadido Irak?
Dylan suelta una sonora carcajada:
҃sa puede que la conteste en mi prximo libro.
DIEGO A. MANRIQUE
EL PAIS SEMANAL - 13-02-2005
Cuando llegu era en mitad del
invierno. El fro resultaba
brutal y todas las arterias de la ciudad estaban repletas de nieve, pero yo
vena del congelado Pas del Norte, un pequeo rincn del mundo donde los
oscuros bosques y las carreteras llenas de hielo no me impresionaban. Poda
trascender las limitaciones. No era dinero o amor lo que yo estaba buscando.
Tena un exacerbado sentido de la percepcin, posea modos personales que,
adems, eran imprcticos y visionarios. Mi mente era fuerte como un cepo y no
necesitaba ninguna garanta de validez. No conoca a una sola alma en esta
sombra ciudad aterradora, pero eso iba a cambiar –y rpidamente.
Bob Dylan recuerda as su aparicin
en Nueva York, en 1961. Sabemos que sta no va a ser otra historia ms de
chico de pueblo que triunfa en la gran urbe. Cinco aos despus, Dylan habr
conquistado el mundo entero. En un expansivo movimiento musical en el que
reinan los Beatles y los Rolling Stones, l es la figura a la que John Lennon y
Mick Jagger miran con tanta devocin como temor: el Dylan de 1965 tiene veneno
en la lengua y no duda en usarlo con periodistas o colegas de profesin que no
estn a su altura, en esa enrarecida nube donde slo pueden habitar los seres
ms cool –por belleza, inteligencia o creatividad– del planeta.
Pero el primer volumen de sus
memorias obvia los pormenores de esa fulgurante carrera, primero en el patio
del folk y luego en el gran escenario del pop. Cuando Dylan nos ha abierto el
apetito con cien pginas de evocaciones extremadamente ntidas de su
adolescencia y sus primeros aos de vida pblica, el libro salta a finales de
los sesenta y se envenena de ira. En el tercer captulo, el xito se le ha
atragantado: es un padre de familia que se ha refugiado en Woodstock, en la
zona montaosa de Nueva York, desde donde reniega del papel de cabecilla de una
contracultura que est exigiendo cambios radicales en las calles de Nueva York,
San Francisco, Londres, Pars o Praga.
El buscavidas de los dos captulos
iniciales, el devorador de msica y literatura, el seductor que sabe vivir de
prestado en casas de la bohemia prspera, se ha transformado en un adulto
grun, encastillado en un paraso rural invadido constantemente por adoradores
y fanticos. Se ha agenciado un par de revlveres Colt y un rifle Winchester, y
el jefe de polica le advierte de que mejor no los use. El lector se queda
boquiabierto: parecen dos personajes diferentes. Y Dylan no se molesta en explicar
cmo uno se convirti en el otro.
Cualquiera puede identificarse con la angustia de alguien sometido a la
presin de ser considerado un lder de masas en un pas que ha visto los
asesinatos de Malcolm X, Martin Luther King y los Kennedy. Todos entendemos la
furia de un padre de familia que ve constantemente invadida su intimidad (y
analizado el contenido de su cubo de basuras!). Pero Dylan se niega a admitir
su porcin de responsabilidad en una canonizacin a la que, bruscamente, ha
preferido renunciar. Tampoco resulta muy convincente que un icono viviente que
anhela una annima vida convencional se instale en Woodstock y posteriormente,
cuando ha comprobado que no le van a dejar en paz, en Manhattan. Claro que sus
mtodos para despojarse de la corona de profeta son hilarantes: visita
Jerusaln para crearse una imagen de sionista, se reinventa como cantante
vaquero (Nashville skyline), lanza un doble LP voluntariamente estrafalario
(Self portrait), se derrama encima una botella de whisky antes de entrar en
unos grandes almacenes. Y todava se asombra de que la curiosidad general
crezca en vez de apaciguarse.
Dylan no desarrolla cronolgicamente
su biografa: siguiendo el consejo de David Rosenthal, el editor al que Simon
& Schuster encomend el proyecto, ha preferido alternar pocas para
evitarse los avisperos; se aceptan apuestas sobre si en los prximos dos
volmenes se dignar rellenar los huecos ms flagrantes. Hablamos de los
aspectos recnditos –su judasmo– o los periodos ms turbulentos:
la citada ascensin a la cima del mundo, con la electrificacin de su msica y
los excesos en drogas; su muy americana conversin al cristianismo
fundamentalista; la separacin dolorosa –en lo econmico y en lo
emocional– de su primera esposa.
En verdad, se precisa un conocimiento
previo de las lneas maestras de su vida para advertir que la mujer a la que en
el tercer captulo presenta simplemente como mi esposa no es la misma mi
esposa del cuarto captulo. Ni siquiera menciona sus nombres: son,
respectivamente, Sara Lowndes y Carolyn Dennis. Y esto confirma la poca
voluntad confesional del autor: Sara inspir canciones ardientes y un amargo
disco de divorcio, Blood on the tracks, al que Dylan parece referirse al
proclamar que grab un LP entero basado en relatos de Chjov y nadie se enter,
esplndida muestra del dylaniano arte de tirar balones fuera.
Crnicas es un libro ms
literario de lo que aparenta.
Dylan adopta un falso tono de ingenuo de provincias que deriva de Mark Twain.
Pero ste es un Twain que se ha contagiado de los ritmos anfetamnicos de Jack
Kerouac, que disfruta con los retratos a brochazos de Raymond Chandler. Aunque
Dylan nunca aceptar que le analicen crticamente, ni en literatura, ni
–por supuesto– en msica. Hay un momento paradigmtico cuando queda
deslumbrado por los obsesivos blues de Robert Johnson, entonces un gigante
desconocido. Est en el apartamento de Dave Van Ronk, otro de tantos que le
apadrinaron y le educaron; ste le explica minuciosamente que Johnson es deudor
de otros bluesmen coetneos. Dylan se niega a atender razonamientos que
disminuyan la intensidad de su epifana: la mentalidad analtica es una rmora
mezquina en el universo dylaniano.
El cuarto captulo, que se desarrolla
en 1987, tiene unos inicios pasmosos. Dylan sufre un accidente en la mano y
entra en crisis. La mayor parte de su repertorio le resulta desagradable y
desconfa de sus poderes artsticos. Ha ido de gira con Tom Petty & The
Heartbreakers y sospecha que la mayora de los espectadores acuden a ver al rockero
rubio. Aun as, se embarca en una desdichada gira con The Grateful Dead, con
los que se empea en tocar temas nunca ensayados. La lgica en estas pginas se
va definitivamente al carajo. Temeroso de que la msica se haya acabado para
l, estudia comprar alguna empresa. Est hablando alguien que cada semestre
recibe cifras millonarias en concepto de derechos de autor y regalas, sin
levantar un dedo. De golpe recuerda unos crpticos consejos para tocar la
guitarra que le diera el jazzman Lonnie Johnson y decide que puede enfrentarse
de nuevo a su cancionero, aunque sea a costa de dejarlo irreconocible. Y pide
al agente Elliot Roberts que le monte 200 conciertos por ao: es el comienzo de
la Gira Interminable.
Y siguen 45 pginas dedicadas a la grabacin de Oh, mercy en
Nueva Orleans. Bono ha recomendado al canadiense Daniel Lanois como productor,
pero no le previene sobre su metodologa: la historia de la elaboracin de Oh,
mercy parece el relato de un enfrentamiento. Dylan y seora aprovechan un momento
de estancamiento para recorrer Luisiana en moto y encontrarse con excntricos
como Sun Pie, un vejete que le sermonea sobre las ventajas de las guerras.
Todo, el viaje y las peleas, es fascinante, pero uno sospecha que alguien nos
est jugando una broma pesada: Oh, mercy no figura entre los doce discos de
Dylan de los que cualquiera deseara saberlo todo.
De repente, Crnicas. Volumen uno
retorna a los inicios, a la temporada formativa en Minneapolis y a los primeros
aos en Nueva York. Aqu se explica la gnesis de su estilo. Con el
descubrimiento de Woody Guthrie, Dylan adquiere su mayor modelo: ҃l era tan
potico y duro y rtmico. Haba tanta intensidad y su voz era como un pual. No
era como ningn otro cantante que hubiera escuchado, y tampoco lo eran sus
canciones. Era como si el tocadiscos me hubiera agarrado y me hubiera lanzado
al otro lado de la habitacin.
Extraa atraccin. Guthrie no era un
hombre ejemplar, pero estaba anclado por unas rotundas convicciones polticas
que derivaban de las luchas sociales de la Depresin. Por el contrario, su
discpulo rehye los compromisos ideolgicos. As, manifiesta su personal
simpata por Barry Goldwater, un senador de Arizona derrotado por Lyndon B.
Johnson en 1964, tal vez por su proclamada predisposicin a neutralizar al
bloque comunista mediante generosas raciones de bombas nucleares.
Es, atencin, la misma persona que en
el inicio del libro plasma con elocuencia lo que signific crecer durante la
guerra fra: Una de las cosas que nos ensearon fue a escondernos bajo
nuestros pupitres cuando sonaran las sirenas de ataque areo, ya que los rusos
nos iban a atacar con bombas. Nos contaron tambin que los rusos se lanzaran
en paracadas sobre nuestra ciudad en cualquier momento. Eran los mismos rusos
al lado de los cuales haban luchado mis tos unos pocos aos antes. Ahora se
haban transformado en monstruos que vendran a cortarnos el cuello e
incinerarnos. Pareca extrao. Vivir bajo una nube de miedo as roba el
espritu a cualquier nio.
Sin embargo, el adolescente Robert Zimmerman tuvo vocacin militar:
Siempre me imagin muriendo en alguna batalla heroica y no en una cama. Quera
ser un general con mi propio batalln y me preguntaba cmo conseguir la llave
para abrir ese pas de las maravillas. Le pregunt a mi padre cmo entrar en
West Point y pareci sorprendido y dijo que mi apellido no comenzaba con De o
Von y que necesitabas contactos y credenciales para ingresar all. Su consejo
es que deberamos concentrarnos en conseguirlos. Mi to fue menos positivo. Me
dijo: No se te ocurra trabajar para el Gobierno. Un soldado es como un ama de
casa, un conejillo de Indias. Vete a trabajar a las minas. Esto da otra
perspectiva al concierto de 1990 en West Point. Dylan no fue a predicar
pacifismo, como pensaron algunos cadetes suspicaces: estaba compensando su
frustracin juvenil.
Crnicas va a ser diseccionado por
todos los que tienen un mnimo inters en Dylan. Existen dos grandes grupos de
dylanfilos. Los que han llegado a su laberinto en las ltimas dcadas aceptan
una variacin del dogma de la infalibilidad papal: todo lo que hace Dylan es
razonable y extraordinario. Los que crecieron con Dylan en los sesenta insisten
en exigirle un nivel de excelencia que rara vez alcanza; han sufrido con l, y
en sus voces hay ecos de ese resentimiento generacional que Dylan considera
insoportable. Pero incluso el sector crtico se deleitar con esas aventuras,
escritas con chispeante jerga y sazonadas con seco humor de Minnesota.
La edicin en castellano de Crnicas
llegar a las libreras espaolas el lunes 14 de febrero; la versin en cataln
se publicar una semana ms tarde. Ambas, de Global Rhythm Press.