KAW-LIGA'S SHELTER FROM THE STORM PRESENTA UNA ENTREVISTA CON BOB DYLAN
En agosto de 1998, poco antes de iniciar su extensa gira australiana con Patti Smith, Bob Dylan, tan reacio siempre a tratar con los medios de comunicación, concedió una entrevista telefónica a Murray Engleheart, periodista musical australiano. Esta entrevista acaba de aparecer, en dos versiones ligeramente distintas, en las revistas musicales Guitar World, norteamericana, y Uncut, británica.
Lo que a continuación presentamos es la traducción íntegra de las declaraciones de Dylan, intercalando entre corchetes [ ] en el texto de la versión publicada en el número de marzo de 1999 (Vol. 19, nº 3) de Guitar World aquellas frases que sólo figuran en la versión de Uncut (nº 22, de marzo de 1999)
[P: Marlon Brando dijo una vez que Bob Dylan con The Band era el sonido más fuerte que había escuchado nunca. ¿Es Brando una de esas personas con las que ha sentido alguna afinidad, a lo largo de los años?
B.D.: Oh sí, desde luego. Pienso que es un hombre valiente, intrépido, alguien que no se arredra. Totalmente. Es uno de los héroes modernos, no me cabe la menor duda al respecto. Pero creo que él dijo eso de nuestro sonido hace mucho tiempo, cuando quizás pudiera ser cierto, pero ya no lo sería hoy.]
P: Bruce Springsteen dijo en cierta ocasión que sin Ud. no habrían podido existir ni el Sgt. Pepper’s de los Beatles, ni el Pet Sounds de los Beach Boys, ni tampoco el “God Save the Queen” de los Sex Pistols.
B.D.: Bueno... (suspiro). [Hay que seguir adelante, ¿comprende?] Mire, uno puede influir en todo tipo de gente, pero a veces resulta un engorro... Sobre todo cuando se le acusa a uno de constituir una influencia para alguien a quien, de entrada, no te interesaba influir. Nunca le he prestado la menor atención, la verdad. A estas alturas, no tengo interés en ser una influencia para nadie, y si lo he sido, ¿qué quiere que diga?
P: Algunos de sus álbumes - Blood on the Tracks, Infidels, Highway 61 Revisited,- merecieron en su día el aplauso de la crítica, y han resistido bien el paso del tiempo. En su opinión, ¿está justificada la reputación de estos discos?
B.D.: Bueno, esos discos los hice hace mucho tiempo y, la verdad, los discos que se hacían por aquel entonces eran todos buenos. Había en todos ellos cierta magia, debido a que la tecnología no se imponía a lo que el artista estaba haciendo. En aquellos días, era mucho más sencillo alcanzar la excelencia en un disco que hoy. Yo grabé discos entonces de la misma manera que otro montón de gente de mi edad, y todos hicimos buenos discos. Esos álbumes parecen ejercer una influencia duradera. Ahora, en qué medida se debe a la tecnología, y en qué medida al talento y a la influencia, realmente no sabría decirlo.
Sí sé que ya no se pueden hacer discos que suenen de ese modo. La máxima prioridad ahora es la tecnología, no el artista ni la obra. Lo que se nota es la tecnología. Eso es lo que hace que en Time Out of Mind... no es un disco que se tome en serio, pero por otra parte, el sonido es algo muy importante en ese disco.Si se hubiera grabado de forma menos pensada, no hubiera sonado como suena. No hubiera surtido el efecto que tiene. La gente que me ayudó a hacerlo se esforzó al máximo para hacer que sonara como un disco que se oye en un tocadiscos. No se desperdició ningún esfuerzo en Time Out of Mind, y no creo que eso ocurra ya tampoco en ninguno más de mis discos.
P: [Greil Marcus] observó en cierta ocasión que los discos del bluesman del Delta Skip James sonaban mejor de noche. Podría decirse lo mismo de Time Out of Mind.
B.D.: ¿Le parece que suena como Skip James?
P: En cierto modo. Time Out of Mind suena mejor por la noche, tarde.
B.D.: Seguro, seguro... Sería para mí un cumplido inmenso, que me dijeran que de alguna manera... [que tenía un atractivo como el de Skip James. Nunca había oído eso antes. Pero, en todo caso, probablemente irradiaría con parecida intensidad que Skip James. Me gustaría pensar que podría estar en esa misma categoría, por lo menos.
P: El disco tiene una apariencia muy directa y espontánea, pero también da la impresión de haber sido muy trabajado.
B.D.: Se trabajó muy duro en él, de hecho. Para que saliera a la superficie ese sonido particular, el productor y el ingeniero se esforzaron lo indecible para crear un ambiente acogedor, para que eso pudiera ocurrir así. Este disco... yo no quería que fuera algo para salir del paso. Lo hablamos antes de empezar: realmente tenía que ser algo en donde el disco captara la música de forma permanente.]
P: En términos de ambiente y sentimiento, es casi como si hubiera fantasmas en él. ¿Son esos fantasmas los de, o para, alguien en particular?
B.D.: Ejem, no. No estoy muy ducho en la parte psicológica del asunto. Los fantasmas que menciona probablemente no sean más que el efecto del lugar que los instrumentos ocupan en la mezcla. Algunos están más al fondo, en lugar de hallarse en primer plano [o a un lado]... O tal vez lo que está oyendo son los distintos ecos que nacen del sonido del disco en su conjunto.
[P: Jim Dickinson... él tuvo mucho que ver en el disco, ¿no?
B.D.: Sí.]
P: Bien, Jim Dickinson, que tocó los teclados en Time Out of Mind, dijo hace años algo que me pareció fascinante. Dijo que mucha gente no se da cuenta de que el proceso de grabación consiste en congelar el alma.
B.D.: Sí. El proceso de grabación me resulta muy duro. Pierdo la inspiración en el estudio con gran facilidad, y me resulta muy difícil entonces pensar que voy a conseguir eclipsar cualquier cosa que haya hecho antes. Me aburro con facilidad y mi objetivo, que empieza estando muy definido, se va difuminando después de unas cuantas tomas fallidas, y demás. [Así que me cuesta mucho grabar hoy en día.]
P: En este disco se advierten elementos de country blues y un estilo de producción a la Sun Records, algo que no siempre se aprecia bien en su trabajo. B.D.: Bueno, siempre han estado presentes. Pero cuando hacía discos antaño el productor, o quienquiera que estuviese a cargo de las sesiones, pensaba que bastaba con que yo cantara una canción propia. Nunca se invertía el esfuerzo suficiente en desarrollar la orquestación, y eso siempre me hacía sentirme muy desilusionado a la hora de grabar. Time Out of Mind es un disco más inspirado, [en el sentido de que es algo articulado] en lugar de ser sólo una serie de canciones interpretadas. Los arreglos o estructuras [están muy pensados y] forman parte integral del todo.
P: Time Out of Mind se terminó de grabar justo antes de que enfermara.
B.D.: Así es.
P: ¿Lo hubiera considerado un satisfactorio “último capítulo”?
B.D.: No, no lo creo. Pienso que apenas estamos empezando a plasmar mi sonido en disco, y creo que aún queda mucho por hacer. Sencillamente abrimos esa vía en un momento dado, pero con el tiempo, hemos de volver y ampliar ese camino. Pero no pensé que fuera el final de nada, más bien lo vi como un principio.
[P: Time Out of Mind ganó tres premios Grammy; en la ceremonia de entrega, su interpretación de “Love Sick” fue interrumpida por un espontáneo...
B.D.: Era parte del show.
P: En un momento dado, me dio la impresión de que iba usted a soltar una carcajada.
B.D.: Exactamente (risas). Lo hizo bien, ¿no le parece?]
P: En esa ocasión, mencionó a Buddy Holly en relación con este álbum. ¿Qué le aportó su espíritu?
B.D.: Buddy Holly. Mire, [me cuesta recordar...], la verdad es que no recuerdo exactamente lo que dije sobre Buddy Holly, pero mientras grabábamos el disco [en Florida], por dondequiera que fuese, me encontraba con Buddy Holly. ¿Sabe lo que quiero decir? Era una de esas sensaciones... Iba por un pasillo, y sonaban discos de Buddy Holly, como “That’ll Be the Day”; o al coger el coche para venir al estudio, sonaba “Rave On” en la radio; o luego, al entrar en el estudio, alguien podía estar escuchando una cinta de “It’s So Easy”. Y esto ocurrió un día tras otro. Fragmentos de canciones de Buddy Holly surgían sin más, de la nada. Era fantasmal... (Risas) Pero cuando acabamos de grabar, y nos marchamos, bueno, se quedó en mi mente. Así que el espíritu de Buddy Holly debía de andar por ahí, ayudándonos a acabar deprisa el disco.
P: Parece existir un resurgir de interés por su música, particularmente entre la gente joven. ¿Ha apreciado usted un cambio en su público con los años?
B.D.: Ah, no, no lo he notado, pero he encontrado un público nuevo. [Si lo que me pregunta es cómo es mi público de ahora en comparación con el de hace diez años, diría que sí que ha habido un gran cambio. Pero de un año a otro, resulta difícil decirlo, porque tocamos para gente tan distinta, por todo el mundo. El público de una noche no se parece nada al de la noche siguiente. Puedes dar un concierto benéfico, y todo el mundo va con corbata y esmoquin; y luego tocas ante una multitud en un descampado, en pleno día. Tocamos para todo tipo de gente. Así que es muy difícil decir qué diferencia hay realmente entre unos espectadores y otros. Pero a lo largo de estos últimos diez años, sí que diría que mi público ha cambiado.] No soy demasiado hábil a la hora de adivinar la edad de la gente, pero mi público de ahora parece más animado que el de hace diez años. Reaccionan de inmediato a lo que hago, y no vienen con un montón de ideas preconcebidas acerca de cómo les gustaría que fuese, o de cómo soy. Mientras que hace unos años, no podían reaccionar deprisa, tenían que sacudirse de encima mucho... ejem...
P: ¿Lastre?
B.D.: Lastre mental, sí, cosas psíquicas, mentales, así que... (suspira) me encontraba atrapado con cierto tipo de público. Me ha costado mucho tiempo liberarme de esa gente. Pero eso ha cambiado. Parece que estoy atrayendo a un público nuevo. Incluso la última vez que [estuve de gira por Australia. Cuando toqué allí] con Tom Petty, nos enfrentábamos a esa misma gente de siempre. [Pero cuando volvimos la vez siguiente.... Todavía me llegan cartas de todos esos sitios. Recibo cartas de Brisbane, sabe, y de Sydney, y de Melbourne y Perth. Me llegan montones de cartas de por ahí, y ninguna de esas personas vio los shows con Petty. Nos conocen de cuando estuvimos la última vez. Creo que fue en el ‘93 o por ahí, y tocamos en teatros, y son esos conciertos los que han quedado en el recuerdo de la gente. Así que yo asumo que esa es la gente para la que voy a tocar cuando regrese allí. Esa gente.] Y no sólo esa que me tiene por una especie de portavoz de otra época, o de símbolo, o de cosa generacional. Ya no tengo que bregar con eso, si es que alguna vez lo hice.
[P: Ha mencionado usted ir de esmoquin. Usted asistió a la gala de entrega de los premios del J. F. Kennedy Center con Gregory Peck presentándole. Eso tuvo que resultar raro.
B.D.: Bueno, mire, todo es raro. Dígame algo que no lo sea.
P: ¿No estaba ahí también Charlton Heston, y no cantó Bruce Springsteen “Blowin’ in the Wind”?
B.D.: Sí, mire, todo era surrealista. He acabado acostumbrándome a todo eso (risas). Ya no sé lo que es raro y lo que no.]
P: ¿Le parece más difícil, o más fácil, elegir las canciones para los conciertos conforme pasan los años?
B.D.: Tengo tantas canciones que encontrarlas es el menor de mis problemas. Tengo canciones que nunca he interpretado en vivo. Debo de tener 500, 600, 700 canciones. No tengo problemas con mi reserva de canciones. Algunas pierden fuerza y se desvanecen con el tiempo, pero otras ocupan su lugar.
[P: Cuando reinterpreta sus canciones en vivo, ¿no llega a un punto en el que cambiar el fraseo, o el tempo, modifican también el empuje de la canción? ¿O disfruta con esa ambigüedad?
B.D.: Bueno, es que no es nada ambiguo. No hay ninguna ambigüedad. Hay también... Hablando en términos musicológicos, no hay realmente espontaneidad ahí.
P: ¿De veras?
B.D.: No, no hay ninguna improvisación. No cambia la inflexión de lo que canto. Oh, bueno, quizás sí... porque al fin y al cabo cantas la misma canción todas las noches, así que puede salir distinta. Pero, en el fondo, no se trata de eso. Tiene que ver más con la estructura de las canciones.] Si me pregunta cuál es la diferencia entre ahora y cuando tocaba en los setenta y en los ochenta, o incluso allá en los sesenta, es que las canciones no estaban arregladas. El arreglo es la arquitectura de la canción. Por eso resultan tan efectivas nuestras interpretaciones hoy día, porque, compás a compás, no nos apartamos de lo que forma la estructura esencial de la canción. [Es difícil de explicar, es una cosa mental. No tiene nada que ver con la energía, ni con cómo me pueda sentir una noche dada. Tiene más que ver con la mecánica... Mecánica. Pero hay una infinidad de...] Una vez establecida su arquitectura, toda canción puede ser interpretada de infinidad de maneras. Y eso es lo que hace que mis actuales shows no estén adulterados. Porque no están aguados, ni son un batiburrillo. No son un revoltijo de cosas, no son sólo un montón de ruido.... una mezcla de sonido aglomerado. [Lo que digo puede parecer algo confuso, de alguna manera inclasificable, pero lo que cuenta fundamentalmente es cómo desarmarlo todo, y luego volver a ensamblarlo, de forma que tenga sentido musical, desde el punto de vista de la estructura. Por eso resulta imposible definir lo que hago. Nunca he visto que nadie... nunca lo he visto impreso en ningún sitio, nadie...]
Es como Skip James, a quien antes citó usted. [Bien, no sé si sabe usted que Skip James fue el que dijo], “Yo no quiero entretener. Lo que quiero es impresionar con mi habilidad y amortecer las mentes de mis oyentes”. Si escucha sus discos -los antiguos-, se dará cuenta de que podía conseguirlo. Pero si escucha los discos que grabó en los sesenta, cuando lo redescubrieron, verá que falta algo. Y lo que falta es ese hilo que hilvana y sostiene la estructura de las canciones. [Es un concepto que a mucha gente no le resultaría comprensible. Pero yo tengo que hacerlo así, porque a veces toco todas las noches de la semana. No sé si me explico. Si fuera usted músico, probablemente comprendería mucho mejor lo que le digo.]
P: ¿De qué naturaleza fue su afección cardíaca?
B.D.: [Bueno, he de decir ante todo que no fue un infarto. Fue una infección en la región del corazón.] Fue algo llamado histoplasmosis, producido por inhalar accidentalmente algo que andaba por ahí, en uno de los ríos cerca de donde vivo. [Es probable que haya algo parecido ahí donde está usted. Por ejemplo, en el río Peel, o algo así, en época de tormentas.] Cada año, durante un mes o acaso sólo un día o dos, [cuando esa cosa está toda en el aire, como cuando ha llovido, o cuando hay un tornado. Entonces] las márgenes del río se empantanan, y cuando sopla el viento, el aire se llena de torbellinos de esa cosa. Dio la casualidad de que inhalé algo de eso. Fue lo que me hizo enfermar. Me afectó en el área del corazón, pero no era realmente una enfermedad cardíaca.
P: Pero estuvo muy enfermo, ¿no es así?
B.D.: Oh, sí, estuve realmente muy enfermo, seguro.
P: ¿Le hizo eso meditar, replantearse las cosas?
B.D.: La verdad es que no, porque [de algún modo] no fue algo que yo hubiera provocado. No es como si hubiese necesitado un tiempo de reflexión, para reconsiderar mi vida. Fue sólo una de esas cosas que pasan. Estuve fuera de combate durante unas seis semanas, pero no recuerdo en particular haber experimentado ningún tipo de gran revelación en ese tiempo.
[P: Por ser quien es, con todo lo que ha hecho, ¿cree usted que acaso la gente espera demasiado de usted, que las expectativas que crea pueden resultar excesivas?
B.D.: ¿Que yo creo expectativas demasiado grandes? ¿De qué manera?
P: Bueno, antes mencionó eso del “portavoz generacional”, y como hay gente que no pasa de ahí...
B.D.: No, yo no creo que eso sea cierto, porque tengo que enfrentarme a la gente todas las noches. Si yo no siguiera saliendo a tocar, a lo mejor estaría de acuerdo con lo que dice. Pero a mis conciertos va gente que sencillamente no estaría ahí si sólo fueran a ver a un símbolo. No estarían ahí. Habrían ido una vez y no habrían vuelto.]
P: Su actuación ante el Papa en el Congreso Eucarístico Mundial en Bolonia tuvo que resultar tremendamente emocionante para usted.
B.D.: Bueno, fue tan surrealista, ¿sabe? Pero sí, fue emocionante. Al fin y al cabo, es el Papa, ¿no? (risas) ¿Entiende lo que quiero decir? No hay más que un Papa, ¿verdad?
P: ¿Le resultó irónico, en ese momento, tocar “Knockin’ on Heaven’s Door”?
B.D.: No, porque esa era la canción que querían escuchar, [y la toqué.] Parecía ajustarse bien a la situación.
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